(Por Juan Pablo S. | San Pedro de La Paz)
Hay elementos en la actualidad que parecen estar en ritmo con otros tiempos. Radicalización, ideología, peste, censura y odio, parecen ser el preámbulo que nos hará repetir experiencias oscuras del medioevo. Existen tendencias que proclaman un absoluto cambio de modelo, de un nuevo orden mundial. Son tendencias que apelan a los atajos de la emoción rebrotando causas de otros tiempos y aceleradas ahora en el consenso masivo de grandes grupos. No hay plan de nuevo orden realmente sino más bien una proximidad todavía en sombras de un punto crítico de nuestro tejido social. La marginalidad del grupo promedio, dicen, ya no encuentra espacio qué ocupar. Eso es expresión de la entropía en un estado de orden social-político y económico fuera del equilibrio.
Lo que vemos hoy en las protestas de EE.UU es un escenario de múltiples causas; raciales, de clase, pero que esconden un intención más poderosa. No es solo la lamentable muerte de un afroamericano lo que ha sido combustible al movimiento social en EE.UU. El estado de violencia está arraigado transversalmente entre todas las razas. No es un asunto de ‘negros’, solamente. De hecho, históricamente occidente no goza de un pasado absoluto de racismo ni esclavismo. Oriente, el imperio Otomano, el imperio Persa, inclusive hoy mismo en África, hay esclavos negros forzados en cuadrillas guerrilleras desde niños. Qué decir de los grupos terroristas así mal llamados islámicos. En los barrios ‘negros’ se suceden muertes a diario, pero cuando un policía blanco causa la muerte de una persona afroamericana, esto se convierte en un asunto de ‘Black Lives Matter’ y otras voces catalizadoras del oportunismo. Tal como en Chile, no es solo la causa de ‘no son 30 pesos, son 30 años’ lo que carbura constantemente las tensiones sociales hasta el día hoy. Detrás hay una intención absoluta, última, de aprovechar estas coyunturas para que grupos ideológicamente poderosos puedan empujar las fichas para echar abajo literalmente todo. El modelo, occidente, su ritmo económico. Todo. No buscan alcanzar treguas o acuerdos. Quieren su propio nuevo orden. Grupos de ideólogos incapaces de promover construcción de nuevas visiones en los jóvenes, sino instalando las propias. Renuncian a la historia. Sólo un discurso a cuentagotas de ‘nuevo orden’, pero cuál. No hay ideas propias, de ahí el desprecio por lo otro. Lo quieren echar abajo todo en la instancia más radical y empezar de nuevo … ¿qué? Son grupos que han estado siempre ahí, otros son ‘líderes’ renovados, con intenciones que ni ellos mismo son capaces de calibrar con sus ideas política y socialmente híbridas, estériles. Apelan al discurso exagerado de la emoción. Al diagnóstico equivocado de su entorno. A la causa que parece perseguir algo justo. Hacen suyo el discurso de ciertas causas iniciales, las toman como punta de lanza, instalando en la mente las paredes invisibles de la opresión y la victimización.
Los sistemas económicos y social-políticos son sistemas complejos fuera del equilibrio por definición y podrían espontáneamente experimentar un cambio de estado como el agua en sus fases. Esto ha sucedido en el pasado tantas veces que, sin embargo, una entrega políticamente correcta al ‘nuevo’ orden por homogenización, presión de consenso o simplemente miedo de los grupos catalizadores, significaría repetir errores y pagar un alto costo. El sistema es hoy una rueda global, compleja, maciza y pesada que tiene muchísima inercia arraigada en la costumbre de su gente y el bienestar no para todos, mas sí para muchos. Es un tejido tan complejo que tiene la capacidad viva de repararse solo. Ahí estamos invitados. La revolución es verdaderamente de los individuos, no de los sistemas como espacios fuera de nosotros. Apoyemos la construcción de ideas con la mente libre, visiones para crear las tan ansiadas nuevas oportunidades en vez de exigirlas. Pensemos. Creemos.
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