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El peligro de naturalizar la riqueza

Por Enrique Alcalde R. Abogado y Director del Centro de Gobierno Corporativo UC

Si se examinan los planteamientos que acaparan el discurso público desde el 18 de octubre (particularmente aquellos formulados por los jóvenes), es posible arribar a conclusiones inquietantes. Algunos, como Carlos Peña, han llegado a señalar que la verdadera crisis que afecta el país es de naturaleza intelectual. En abono de esa tesis, no deja de ser elocuente la investigación que hace unos días cubriera la BBC dando a conocer los hallazgos del reputado neurocientífico Michel Desmurget, quien demuestra, con datos duros y en forma contundente, que los 'nativos digitales' son los primeros niños con un coeficiente intelectual más bajo que sus padres.


Ahora, si se atiende a la pléyade de necesidades que presentadas bajo la forma de “derechos”, se pretende garantizar en la nueva Constitución (aún en desmedro de las libertades que la misma consagra) uno podría sostener que tal diagnóstico es acertado. Sin embargo, pueden concurrir también otras razones para explicarlo.


Paradójicamente, una de ellas tiene que ver con el éxito mismo del capitalismo, que, en la misma medida en que satisface necesidades, hace que la miseria se deje de concebir como la condición natural del ser humano. Esta naturalización de la riqueza es, por otra parte, especialmente peligrosa en el terreno de las aspiraciones que suscita el proceso constituyente que hemos iniciado, siendo obvio que todos los derechos sociales cuyo reconocimiento constitucional se reclama, no podrán ser financiados.


En esta línea, se echa en falta la voz de empresarios que sean capaces de advertir este tipo de riesgos, interviniendo activamente en el debate público. Es verdad que algunos pocos, a través de conductas abusivas, han desprestigiado a los más, pero también es cierto que estos últimos han abdicado de la función social que les compete para llamar al realismo a través de su propio ejemplo. Pareciera, a ratos, que los jóvenes ni siquiera tienen en cuenta la relevancia que representan la libertad y el esfuerzo para lograr el éxito y, en ello, los emprendedores tienen mucho que decir.


Con todo, el peligro mayor no radica en haberse naturalizado la riqueza, al punto de pensar que puede financiar cualquier necesidad, sino que en terminar naturalizando la libertad de la que hoy día gozamos. En definitiva, ésta se verá seriamente amenazada si no se moderan a tiempo expectativas cuya frustración puede agravar aún más el descontento social ya instalado.

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