Durante la semana, se filtró un listado con 41 de 71 posibles candidatos que Sebastián Piñera propuso a Chile Vamos para las elecciones de la nueva Convención Constitucional. ¿Qué tienen en común los nombres propuestos por Piñera? El 71% trabajó para su Gobierno.
¿Por qué es relevante alertar esto?
Porque aquello que conocemos como “Piñerismo” es real, existe y en el último tiempo ha mostrado una influencia más que notoria en Chile Vamos. Y no, no ha sido una buena influencia. El Piñerismo es lo que terminó de hundir a Chile Vamos, es exactamente aquello que diluyó cualquier intento por crear, más que un mero relevo de Gobierno, un verdadero proyecto alternativo de país.
Hagamos un recuento de lo que ha sido el Piñerismo en la historia reciente:
Primero, luego de haber realizado un buen primer Gobierno en materia de gestión, Sebastián Piñera, acaparando toda la atención que le era posible y apagando cualquier posible liderato diferente al de su figura, le entregó la banda presidencial a Michelle Bachelet.
Ya avanzado el Gobierno de la socialista y en el mejor escenario que tenía para crear una verdadera alternativa (recordemos Bachelet II: las peores reformas que ha sufrido el país en décadas (educacional, laboral y tributaria)), el Piñerismo prefirió optar nuevamente por Sebastián Piñera para la elección de 2017. De ahí en más, todo se vino abajo.
Entrado el año 2019, desde el Gobierno se mostraron totalmente incapaces para manejar una crisis de violencia inaceptable y, a cambio de su mandato, prefirieron entregar la Constitución el fatídico 15 de noviembre. Todo eso justificado por el falso dilema: nueva Constitución o violencia en las calles.
Respecto de ese cambio constitucional, a pesar de todas las advertencias que se les hicieron de que el proceso sería un rotundo fracaso, gran parte del Piñerismo estuvo por el APRUEBO. Por cierto, todos sus precandidatos presidenciales: Joaquín Lavín, Ignacio Briones, Sebastián Sichel y Mario Desbordes.
Incluso, con posterioridad a la victoria de esa opción, parte de la coalición promovió y permitió que se metiera la mano en la urna, incluyendo para la composición de la Convención Constitucional, la regla de la paridad y los escaños reservados. Reglas no contenidas ni en el acuerdo del 15 de noviembre, ni en la reforma constitucional que habilitó el proceso y que la ciudadanía, al momento de pronunciarse sobre el cambio constitucional en un plebiscito, no conocía. Reglas que ahora promueven y aceptan para este nuevo proceso constituyente.
Ya a comienzos del año 2021, fueron aplastantemente derrotados en la elección de convencionales. El Piñerismo no llegó ni al cuarto de los integrantes del órgano. Por mientras, las directivas de los partidos miraban hacia el lado, hacían como si nada pasaba…nadie se hacía responsable…y así seguirían…
Los candidatos presidenciales de sus partidos, Lavín, Briones y Desbordes, perdieron la primaria con un extraño a la coalición… No sé si lo recuerdan, el señor que presumía de sus tatuajes…señor que luego fue absolutamente derrotado por José Antonio Kast en primera vuelta. Y esto no solo fue así en la elección presidencial… en las parlamentarias, RN perdió 11 diputados (el 21% de su bancada), la UDI 7 (el 15% de su bancada) y Evópoli 2 (el 33% de su bancada). Perdieron cerca de un tercio de los diputados de su coalición…y nadie respondió.
Ahora más recientemente, a principios de este año que ya se va, cuando el proceso constituyente y todas las ideas que propugnaba la izquierda estaban siendo altamente rechazadas por la ciudadanía, el Piñerismo decidió redoblar la apuesta y someternos a un impredecible loop constituyente.
¿Por qué pasó esto?
Aquí hay cuestiones relacionadas con con la ideología…
Saquémosle la connotación negativa a esa palabra y entendámosla como un mero conjunto de ideas…el problema al respecto para el Piñerismo es la ausencia total de esta, ya sea por la renuncia a ese puñadito de convicciones que te identifican como proyecto o porque derechamente nunca se tuvieron.
¿Y por qué no se tienen ese puñado de convicciones? ¿Por qué pasa esto?
Por la idolatría del pragmatismo y el cultivo de una derecha economicista. La deriva de la ex Alianza, luego Chile Vamos, comandada por Sebastián Piñera fue la del consenso socialdemócrata: Con esto me refiero a la mantención de un modelo económico pseudoliberal (respecto del cual el Piñerismo va cediendo cada vez más y más (conceden las subas de impuestos, el aumento de Ministerios y reparticiones públicas, las regulaciones que sí pueden soportar grandes empresarios pero no los pequeños (por ejemplo, las 40 horas, el aumento del salario mínimo, regulaciones medioambientales disparatadas)), PERO, a pesar de ese pseudoliberalismo económico (más cercano a un corporativismo), el Piñerismo es absolutamente progresista en lo cultural…algunas veces porque de verdad se lo creen y otras muchas porque respecto de esos debates prefieren callar, evitar las discusiones “incómodos” o “estériles”, como les denominan. ¿Pregúntense si el Piñerismo ha dado batallas culturales? ¿Si es que planteando relato alternativo alguno al proyecto de la izquierda más allá de querer mostrarse como políticos gestores?
El problema está en que este consenso social demócrata ha dado paso a una situación “pospolítica”: a aquel momento posterior a la política en que han sucedido dos cosas:
Lo primero: se ha renunciado a la posibilidad de promover la confrontación pública y pacífica, dentro de las instituciones de la democracia representativa, de distintas alternativas políticas, proyectos acabados, con narrativas, con medidas que respondan a esas narrativas y con sus líneas rojas claramente delimitadas.
Lo segundo: Se nos pretende llevar a aceptar un alternancia consensual entre coaliciones/partidos, autodenominados de “centro” izquierda y “centro” derecha (el socialismo democrático y Chile Vamos), una alternancia bicoalicionista/bipartidista frente al cual, todo aquel que se oponga al consenso del centro centrado centrista centrípeto será tachado de extremo o de populista. Esto lo estamos viendo: recuerden, el que no comparte el reciente arreglo constitucional, el que plantea diferencias, el que critica, es extremo, es populista, es un peligro para la democracia.
Lo peor de todo es que el consenso socialdemócrata y el momento pospolítico no son gratis. Para las izquierdas (izquierda y centroizquierda), se traducen en el avance progresivo de su agenda (no inmediato). Para el Piñerismo, implican la asunción de la agenda del adversario…y así ha sido:
Se convencieron de no hacer uso legítimo de la fuerza estatal para reprimir violentistas.
Se convencieron de que el único vehículo de solución de las urgencias sociales era un cambio constitucional.
Asumieron casi completamente la agenda de género. Recuerden la carta de Evelyn Matthei, Marcela Sabat, Paulina Núñez, Karla Rubilar, entre otras. La titulaban “Nunca más sin nosotras”.
Asumieron la agenda indígena, ya sea reconociendo la supuesta “deuda histórica” o aceptando y promoviendo los escaños reservados.
Asumieron la agenda de derechos sociales de la propuesta de la Convención Constitucional: Cito al mismísimo Piñera que en una entrevista del 15 de septiembre decía textualmente que, en la propuesta de nueva Constitución rechazada “hay cosas rescatables: vivienda, salud, educación…”. Es un poco insólito tener que recordarle a Piñera que razones importantes para rechazar la propuesta de nueva Constitución pasaban justamente por los derechos sociales, porque no había vivienda propia, porque las cotizaciones de salud pasaban a un ente estatal, porque la educación estaba controlada y dirigida por burócratas.
Pero en fin…pareciera ser que esas cuestiones de batalla cultural no importan, que la configuración de una alternativa política hecha y derecha pueden esperar, que todavía no es el momento para hablar de ideas, de horizontes, de un programa para el país
Que más da…mientras el modelo económico se mantenga relativamente cómodo para algunos, ¿no hay problema cierto?
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