Por Cristian Gabler Abogado Si usted quiere entender lo que está pasando en Francia con los disturbios y las revueltas, lo que debiera hacer es recurrir simplemente a la historia. Nada nuevo bajo el sol, podríamos decir.
A finales del Imperio Romano, después de tantas guerras y trifulcas, la luz más brillante de aquella época recurrió a la migración masiva para llenar sus ejércitos. Muchas tribus germanas tenían problemas y reyertas con sus vecinos o con pueblos que venían avanzando del oriente, y pactaron tierras y comida por servicio militar con los romanos. Así, los romanos los dejaron ingresar a los confines del Imperio, les asignaron –aunque nunca comportándose de manera honesta y sin mostrar muy buena fe que digamos- algunas tierras y unos pocos sacos de alimentos, para luego lanzarlos como carne de “cañon” a que los masacraran en forma masiva en los campos de batalla al servicio del tribuno o centurión de turno. ¡Ave Cesar… los que van a morir te saludan!
Los germanos, ni tontos ni perezosos, se dieron cuenta de inmediato que sus nuevos patrones no siempre cumplían con todo lo prometido, que carecían de un buen espíritu bilateral y de una necesaria decencia contractual, y que los hacían arriesgarse en batalla más de lo que les parecía conveniente -lo cual era verdad por lo cierto-, y decidieron en varias ocasiones tomarse la justicia en sus propias manos… saqueando Roma. Existe la clara posibilidad que estos pueblos sin la ayuda romana y el auxilio del Imperio hubieran terminado desapareciendo, pero esos detalles en la macro son irrelevantes para los pueblos y sus gentes.
Este caso no es único ni original, pero es difícil de ignorar para individuos que han hecho todos sus estudios y sus posgrados en universidades occidentales. Quién no estudió el Imperio Romano en el colegio...
Luego de la Segunda Guerra Mundial, Europa importó del extranjero, dígase de las ex colonias y otros territorios cercanos, centenares de miles de hombres para realizar diversas labores productivas, que a la postre resultaron muy valiosos para el milagro económico europeo de la post guerra. Como sabemos, millones de machistas patriarcales y perros patriotas nacionalistas canallas, adictos a la familia nuclear y supremacistas blancos, abandonaron a sus mujeres e hijos a su suerte al fallecer en los campos de batalla europeos tratando de detener al fascismo.
Es curioso, pero da la impresión que poca gente sabe que son los hombres y no las mujeres quienes sufren predominantemente la violencia, ya sea en tiempos de paz como de guerra. Si mueren mil hombres en un conflicto es consecuencia lógica de aquello, pero si muere una mujer o un niño es una tremenda tragedia. Parece que en verdad este es un asunto que a nadie conviene interesarle, por no estar con los nuevos tiempos. Los hombres están diseñados para sufrir violencia, por tanto, de qué se quejan. Como dicen por ahí… no dejes que los hechos nublen tus sentimientos.
A Inglaterra llegaron africanos y gente del Caribe, a Francia argelinos, marroquíes y portugueses, y a Alemania turcos por montones demostrando, de paso, que el pasado colonial de este último país no fue muy radiante que digamos.
La mayoría de estos nuevos europeos llegaron dentro de programas masivos estructurados y con fines específicos. De cierta manera fueron vistos por los europeos como mesas para apoyar un macetero, pero no como gatos a los cuales hacer parte de una familia. Los procesaron, revisaron que no tuvieran enfermedades y los fueron metiendo en guetos recién creados y diseñados para acogerlos… sin la a podríamos decir.
Juntos, pero no revueltos.
Para quien no conozca la realidad de Europa, es difícil encontrar una sociedad más egocentrista y supremacista que la europea. Los europeos son los reyes de lo que en antropología se denomina el egocentrismo cultural. Estos están tan enamorados de sus ideas y cultura, y de lo que consideran su supremacía ideológica, que suponen que todo fuera de su pensar es bárbaro y subdesarrollado.
Ahí tenemos, por ejemplo, a la Unión Europea y a la OTAN amenazando a todo el mundo por cuestiones de valores en defensa de un supuesto Orden Mundial diseñado y estructurado bajo sus gustos y sentimientos. Cualquier país, pueblo o nación, que no adhiera a su secularismo democrático tipo LGTBXYZ+, es una población o sociedad bárbara neofascista, la cual, debe ser castigada o erradicada.
Es cosa de preguntarles a los húngaros y polacos qué opinan de no poder ejercer la democracia –esa de verdad- porque sus valores son dispares a los de las élites que controlan Europa. Si la Comisión Europea les dice que la migración ilimitada es lo moderno deben aceptarlo, de lo contrario, no comparten los valores de Europa y merecen ser castigados o expulsados.
Rusia es otro caso a tener en cuenta, pero no voy a entrar en materia por ser de muy larga explicación lo que con ella está pasando.
También debemos recordar las otras atrocidades cometidas por estos egocentristas esgrimiendo temas valóricos o de seguridad. Ya sea en la izquierda occidental con la idea de las intervenciones humanitarias, o en la derecha, con sus agendas de seguridad nacional, nuestros antecesores continentales destruyeron y masacraron países enteros eliminado a millones de personas de color o eslavos, que para muchos de ellos es casi lo mismo en verdad, y todo por la democracia y los principios occidentales.
Te maté a la mitad de tus familiares, pero debieras estar feliz porque ahora vas a poder votar en unas elecciones que vamos a arreglar con nuestros paniaguados y compinches de turno, porque necesitamos asegurarnos que nuestros valores estén presentes en esta nueva y pujante sociedad. Para eso los matamos claro está.
Iraq, Siria, Libia, Yugoslavia, y otros, tuvieron el mismo tratamiento. Para sacarles lo bárbaros y sub desarrollados les destruyeron su país, masacraron a su gente, e intentaron imponerles sus valores y principios superiores, para que pudieran ser felices de una vez y para siempre.
Pero hay algo que nunca han querido entender y aceptar los europeos, que más allá del valor que ellos mismos le dan a sus ideas y su cultura, y por mucho que se crean geniales y sabiondos, muy pocos comparten con ellos esa idea de la superioridad moral o valórica occidental. Otros pueblos y otras gentes, no están tan enamorados de la cultura e ideología europeas como para que los veneren como se veneran ellos mismos.
Esta es la estupidez, inocencia e inoperancia del concepto de la asimilación. Los europeos están convencidos que todos los africanos o turcos que llegan a Europa, por ejemplo, debieran entender de inmediato que Europa son palabras mayores, una sociedad seria y civilizada de pantalones largos y que, por tanto, debieran dejar de lado sus costumbres bárbaras y carentes de civilización y finura, sin chistar. Qué el feminismo la lleva y la Yihad o la Sharia están fuera de moda, lo cual, no es necesario ni siquiera demostrarles porque, es obvio, de una obviedad absoluta.
Nosotros somos civilizados y ustedes bárbaros, es por eso que ustedes deben cambiar.
Pero la mayoría de los migrantes que llegan a Europa lo hacen buscando un mejor futuro económico y no escapando de las costumbres y tradiciones que los criaron al nacer. Es gente que busca dinero y no consejos en materia de valores o de cómo tratar a las mujeres. De hecho, la mayoría de los musulmanes consideran el mundo occidental un universo sucio como un chiquero, degenerado y carente absolutamente de valores y moralidad. Es tan así, que muchos de ellos deben aceptar las costumbres europeas, náuseas mediante, y callarse, como una forma de ayudar a sus familiares en el Magreb.
Los musulmanes llevan traspasando su cultura y luchando por ella hasta la conquista y la masacre de otros pueblos, desde hace más de mil doscientos años. A diferencia de los europeos y otros occidentales, para ellos la religión es una cuestión seria y que tiene valor social. Su camino es el del profeta y no el del mes del orgullo gay. Su culto no es un juego, sino algo serio de semana corrida, y no solamente de domingo por la mañana.
En occidente al principio intentaron hacerlos vivir como cristianos y ahora intentan hacerlos vivir como demócratas seculares LGTBXYZ+, culto, este último, cuasi religioso de carácter ateo que no tiene ni 20 años en vigor y que es rechazado mayoritariamente por los mismos occidentales, y no se dan cuenta, o no quieren aceptar, del por qué el rechazo. Es tanta la superioridad intelectual e ideológica que sienten los europeos, que les es imposible procesar que muchos de los migrantes los aborrecen y los consideran unos libertinos sin remedio ni respeto por nada.
Si a este rechazo visceral por la cultura occidental le agregamos el hecho que la invitación a Europa a estos inmigrantes fue y es hasta hoy, en tercera clase y para emplearlos en trabajos de tercera categoría, y no para que les quiten a los europeos los trabajos de cuello blanco en los que se gana el dinero en serio, la alquimia que nos queda no es otra cosa que un material altamente combustible y explosivo. Cualquier sociólogo que aprecie su oficio siempre ha sabido que esto era lo que se venía.
Trae una población para explotarla, oblígala a renunciar a su ideas y cultura bajo amenaza, y la explosión ya es un tema de cantidad. De cuántos migrantes se deben juntar para que todo estalle por los aires. La cantidad al menos en Francia está, y nos lo demuestra la Galia en llamas.
Como los germanos en el Imperio Romano, quienes se sintieron engañados y explotados por sus supuestos benefactores, los migrantes a Europa están diciendo que no les gusta lo que están viviendo y lo están expresando a través de la violencia. Lamentablemente para sus benefactores en este caso, no es llegar y aprovecharse de la gente, incluso, si los sujetos explotados están mejor que antes, porque la mecánica del experimento igual genera un resentimiento que suele terminar mal.
Los sudafricanos blancos, por ejemplo, importaron un sinfín de africanos de color desnutridos de otros países aledaños para usarlos como mano de obra barata. Los dejaron en guetos separados para que les quedara claro que no eran sudafricanos y que estaban ahí como peones, y no como posibles conciudadanos. Los africanos de color podrían haber vuelto a sus países de origen y morirse de hambre, pero se quedaron porque, aunque bajo el dispar régimen Bóer, estaban mejor en los guetos hacinados que en sus respectivas naciones. Pasó el tiempo, presionaron y al final los blancos fueron quienes terminaron sin pan ni pedazo. Aquellos que llegaron a trabajar por migajas les quitaron su país y así les pagaron el haberlos explotado, aunque ellos hayan aceptado ser abusados porque, en su tierra natal, su situación era muchísimo peor.
Eso de "gracias por salvarme la vida explotándome", como que no cuaja desde un punto de vista histórico.
Nada de todo esto tiene que ver con ser generoso ni mal agradecido, ni nada de eso. Eso opera en las relaciones humanas individuales, pero no a nivel de grandes grupos o naciones. A este último nivel no existe nada salvo la fuerza, el poder y la oportunidad.
Para pesadilla de occidente, los musulmanes en Europa son gran parte de la presente natalidad. Como en Europa son “civilizados”, las mujeres ya no quieren tener hijos por esto del cambio climático y del feminismo. Muchas de ellas lo gritan explícitamente. En Francia han hecho encuestas, y son más las mujeres que preferirían traer migrantes para llenar los cupos laborales y pagar las pensiones futuras, que tener hijos. Así la cosa, la relación de natalidad en algunos países del continente es casi de 5 a 1 o 2 por el momento.
Piense usted qué es lo que puede pasar en una sociedad democrática donde nacen 5 musulmanes por cada 1 o 2 demócratas seculares LGTBXYZ+, y donde gran parte de los primeros desprecian la ideología y forma de vida de los segundos al nivel de considerarlos depravados. La tendencia es clara e imparable. Ya sea en el 2050, 2060 o 2070 por decirlo, la Sharia va a terminar siendo la ley en Europa sin lugar a dudas, y votada por una clara mayoría en los parlamentos europeos.
Al final a los franceses les va a terminar pasando lo mismo que a los sudafricanos. Les van a quitar su país, aquellos a quienes trajeron como mano de obra barata y que nunca aceptaron realmente como propios, y a quienes creían estar ayudando porque provenían incluso de lugares más sucios y pobres que las barriadas donde los hacinaron.
Poco consuelo les va a quedar cuando al final griten a los cuatro vientos “estos son unos mal agradecidos conchas …”.
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