Señor Director:
En 2010 fui citado como testigo a declarar en la Fiscalía por el caso Karadima.
Durante mi declaración, mencioné una ocasión en la que acompañé al padre Karadima en un viaje en auto. Corría el año 1980 y yo tenía 16 años. Durante el trayecto, el sacerdote me preguntó qué pensaba mi familia, y le dije la verdad: mi padre sospechaba de abusos sexuales. Esa fue la razón por la que siempre me mantuvo alejado del núcleo cercano. Recuerdo que cuando entraba al claustro de la parroquia y veía a Karadima interactuando con sus seguidores, que estaban reunidos en dinámicas de grupo, en un ambiente de risitas, los juegos se detenían.
Claro, yo era un posible acusador.
- "Cuáles eran esos juegos", me preguntaron. "Es de suma importancia averiguarlo".
- ¿Por qué?, pregunté.
- "Porque puede ser causa de delito", me contestaron.
Me encantaría preguntarle a los jueces de hoy, a la vocera y también a Irina Karamanos: ¿Qué juegos del señor Karadima le habrían parecido causa de delito?
¿Si estos juegos hubieran sido con niños de 5 años? ¿Que habrían pensado?
Ayer transversalmente se rasgaban vestiduras por los abusos de un señor que pasó a estado laical, que actuaba individualmente.
Hoy, el Estado quiere implementar juegos que ayer eran delito (y supongo que lo siguen siendo), mucho más sexualizados y en forma sistemática, a niños de 5 años.
Entonces, usando el lenguaje del gobierno habría que preguntarse: ¿Karadima fue sólo un adelantado a su época? ¿Lo juzgaron por ir más rápido que su gente?
Se levantan pocas voces, unos porque NO CREEN que la niñez sea sagrada, otros por miedo, y otros porque creen que cediendo con esa izquierda podrán salvar a Milton Friedman.
Juan Luis Edwards Velasco
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