Por Paolo D. Quiñones Tarazona
Abogado, Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales
Desde pequeño se me enseñó que Chile estaba "en vías de desarrollo" y que en un futuro no muy lejano podríamos ser como los países que tanto admiramos. Hoy, por el contrario, he escuchado que Chile está en vías de subdesarrollo y que sigue clara e inexplicablemente los pasos de los países con menor desarrollo a nivel regional.
El proyecto constitucional (que la prensa tanto ha defendido) se ha transformado en la medicina para todos los problemas del ciudadano de a pie, incluido el alcance de la “verdadera dignidad” mediante la modificación de la norma constitucional, incorporando en ella una infinidad de derechos sociales, naturales, indígenas y culturales que superan cualquier registro histórico nacional y que, en suma, conforman una utopía jurídica inalcanzable. Tan solo con la entrada en vigencia de la nueva constitución, dicen, se resolverían los problemas de las personas.
Por otro lado, y con el objetivo de dar mayor estabilidad al Estado, aparecen ideales refundacionales, y un muy claro ejemplo de esto es el reemplazo del Poder Judicial por los Sistemas de Justicia; o el Congreso Nacional bicameral reemplazado por la unicameralidad, eliminando al Senado; asimismo se destaca entre sus ideas la eliminación del Tribunal Constitucional, la eliminación de las Fuerzas Armadas y la creación de las fuerzas de paz, el adiós a la bicentenaria República de Chile y la apertura al Estado plurinacional y, entre otros, la creación de asambleas legislativas regionales capaces de regular sus propias normas, transformando a Chile en un Estado federal improvisado.
¿Cómo no aseverar la refundación nacional con estos antecedentes? ¿Será capaz la norma de lograr sus objetivos? Nos vendieron la idea de ser la Nueva Zelanda o el Canadá de Latinoamérica, pero ¿cuál es el resultado que se ve venir? Una institucionalidad asimilada a la boliviana, a la venezolana, a la ecuatoriana.
Toda causa tiene su efecto y toda acción su reacción, por lo que el pensar de manera ingenua que la entrada en vigencia de una norma de tal carácter y tales postulados se hará efectiva in actum ,y sin mayor sacrificio que los obtenidos en el proceso constituyente, es caer en un gran error. La expropiación de empresas de extracción de recursos naturales y la creación de innumerables empleos públicos traen consigo una carga tributaria ENORME para las personas, así como incertidumbre en los mercados y, como no mencionar, la alta probabilidad de descontento por los resultados por parte de la misma población que supuestamente impulsó todo este error político.
¿Será esta la oportunidad histórica para que nazcan liderazgos fuertes y capaces de enfrentar un futuro oscuro y difuso? El tiempo, todo este absurdo y sus efectos secundarios, despejarán esta incógnita.
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