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Rumbo al pesebre y no a la Revolución

(Por Julio Alvear | Abogado y videocolumnista FNM)

En las últimas décadas, hay una transición “gramsciana” hacia un nuevo método de hacer la revolución. El marxismo clásico fracasó, entre otros motivos, porque la visión puramente economicista de la historia, la violencia física de la imposición, o el control omnipresente del Estado resultan superficiales si no conquistan el corazón o persuaden las mentes. El marxismo no pudo sustituir, en este ámbito, el papel de la familia, de la fe y de la tradición.


Por eso, el nuevo método revolucionario se ha dirigido precisamente contra la familia, contra la fe, contra las tradiciones, a fin de disminuir su influencia en toda la medida de lo posible. Todo el proceso revolucionario expresado desde el 18 de Octubre en nuestro país, en lo que tiene de más profundo, es inexplicable sin el sensible retroceso de la familia, el vaciamiento de la fe, y la demolición de las tradiciones que custodian nuestra identidad.


Astutos manipuladores de opinión pública hoy están abocados a transformar nuestra cultura: que deje de expresar nuestra identidad y pase a representar lo revolucionario. El objetivo es cambiar los modos de pensar y de sentir sobre los que descansan las instituciones esenciales de la República. Destruir por completo el sano espíritu conservador de la sociedad para sustituirlo por la rebelión visceral; por la contestación permanente a toda forma de autoridad, mediante la revolución total, imprecisa, sin objetivo concreto, casi cósmica. Se trata de quitarnos el suelo en el que existimos.


Por eso, incluso el Partido Comunista chileno, tan clásico en sus métodos, ahora habla de “la necesidad de desplegar, en el actual punto de inflexión, máximos e intensos esfuerzos para la disputa de conciencia e ideas”.


Para enfrentar todo esto necesitamos –por el momento- algo muy distinto a una receta política. Como pueblo, necesitamos humildad. Mucha humildad para reconocer lo bueno y saber rectificar lo malo con sabiduría.


Por eso, en tiempos de Navidad, acerquémonos una vez más al pesebre. Familia, fe y tradición, una vez más juntas. Es algo que nadie nos podrá quitar. Despejados de toda escoria revolucionaria, recordemos al humilde asno del famoso soliloquio de Giovanni Papini:


“He oído decir a los pastores que les fue anunciado el nacimiento de un Dios. Cuanto más lo miro, más me parece verdad. Ese no es hijo de hombre. Los hombres no tienen esos ojos, no exhalan ese fulgor. Soy el último de los animales de la tierra, soy un pobre saco de piel llagada y de huesos molidos; pero no me eches, Niño; permíteme a mí también amar a Aquel que un día quiso crearme, incluso a mí”.


Palabras que dan que pensar.


Julio Alvear Versión video FNM: https://youtu.be/agl5zJwQc6w

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